Alberto Chirif: “Ojalá que, cuando pase esta pandemia, se repiense la relación del Estado con la Amazonía”

Es uno de los antropólogos más respetados de Perú y reconocido experto en temas amazónicos. En tiempos de coronavirus, salvaguarda su salud en su casa de Iquitos, saliendo únicamente para comprar lo necesario, y observa desde adentro el palpitar de la ciudad amazónica más grande del país y que, a la fecha, más está sintiendo el duro golpe de la pandemia mundial. Algo sin precedentes. Ni siquiera él, dice, puede encontrar una comparación lo suficientemente válida entre lo que hoy nos preocupa y cualquier otro hecho del pasado. Es el antropólogo Alberto Chirif.

 

  • ¿Volveremos a ser los mismos?
  • Me temo que sí. En estos días he estado pensando lo que pasó en la época de Sendero, una época de nuestra historia que, se suponía, tendría que habernos enseñado. Sin embargo, no aprendimos nada, se han vuelto a repetir gobiernos ladrones, abusivos y prepotentes que han favorecido a sus amigos, a los más ricos, a desgravar impuestos a las empresas, mientras se ajustan los bolsillos de los sectores más populares y no se les dan los servicios… Me temo que la capacidad de aprendizaje es muy baja si lo comparo con épocas de grandes crisis como la de Sendero, que fue una época de terror. Ni siquiera esos momentos han ayudado a que la gente comprenda mejor el país y actúe en consecuencia de una manera distinta.

Chirif desea, quizás más que nunca, equivocarse. Pero su experiencia manda. “El ser humano es un personaje que disturba la naturaleza y se cree dominador, es el que genera estos fenómenos y hace que toda la humanidad tenga que pagar por los desatinos que se cometen contra la naturaleza”, opina en referencia  a las múltiples muestras que a lo largo de todo el mundo se están difundiendo. Lima con el cielo más estrellado desde hace décadas, animalitos campando a sus anchas por las ciudades vacías, el agua de Venecia más nítida que nunca… La naturaleza nos da una lección. “Ojalá los humanos fuésemos como los seres de la naturaleza,  que pueden reaccionar de forma sencilla, y tomar también nosotros medidas que impliquen un cambio radical de sistemas de consumo y de vida, pero me temo que no va a ser así. Me encantaría equivocarme”, señala.

Todavía es pronto para hablar de aprendizajes, todavía estamos viendo cómo enfrentar el problema. Un gran problema que, en la Amazonía, se multiplica exponencialmente. “El riesgo aquí, y en las comunidades, es muy alto. No me he puesto a pensar qué medidas se podrían tomar ante esta situación extremadamente compleja, pero con una población numerosa, en zonas tan dispersas, de difícil acceso y poco informada sobre la gravedad de lo que se viene… el panorama es muy preocupante”, comenta el antropólogo quien considera que, cerrar la selva al 100% es, simplemente, imposible. Admite que, cada día que pasa, la conciencia colectiva es mayor. Cada vez más mascarillas cubren los rostros y, poco a poco, el tránsito cesa pero, ¿y selva adentro, en las comunidades?

“Con seguridad se van a dar casos, porque la gente se mueve mucho y, si en el área urbana es difícil controlarlo habiendo policías, militares y patrulleros por todos lados, en el área rural el control de la población es casi imposible. Se mueven por quebradas, ríos, trochas… En realidad todavía no se sabe en qué medida va a afectar allí todo esto, es algo todavía incierto”, reflexiona Chirif. A pesar de sus dudas ante un fenómeno tan desconocido y de magnitudes tan globales, hay algo que tiene claro.

  • Se sabe que el coronavirus ataca, sobre todo, a los ancianos y a personas con otro tipo de enfermedades asociadas. De llegar a alguna pequeña comunidad, ¿qué puede suponer?
  • Puede ser devastador. Ayer alguien me decía que en la Amazonía no solo está atacando a los adultos mayores, sino también a personas más jóvenes, y eso tiene que ver con la alimentación que han tenido, las defensas que han desarrollado… que la enfermedad ingrese a las comunidades sería, en cierta manera, devastador. No solo por los ancianos, sino también por los niños y la población en general que están sufriendo desnutrición y otras enfermedades graves de forma severa.

Chirif recuerda cómo hace más de 50 años, cuando realizaba sus primeras incursiones en comunidades nativas, “los viejos de aquel entonces eran muy susceptibles al tema de la enfermedad. Una vez me puse mal allí, con vómitos y nauseas, y llegué a tener miedo porque pensé que la gente podría llegar a considerarme como un agente que estaba trayendo el mal a la comunidad y tomar medidas drásticas contra mí”. También tiene en su memoria la respuesta tajante que le dio un anciano awajún al preguntarle qué significaba, para él, la carretera. “Es el lugar por donde entran las enfermedades”, le dijo.

La conciencia sobre preservar la salud estaba, al menos antes, muy adentro de los indígenas. “Creo que todo eso, un poco, se ha ido diluyendo en esta mezcolanza que se llama globalización, y pasa por una pérdida de conciencia crítica por parte de la persona porque es algo que le conviene al sistema”, considera, “es probable que los más jóvenes ya no tengan esa conciencia de la salud que tenían sus abuelos y antepasados”.

El Estado, la salud y la Amazonía

“La atención y la presencia del Estado en el campo de la salud es prácticamente nula. En 2013 hice un diagnóstico en la zona petrolera conformada por los ríos Pastaza, Marañón, Tigre y Corrientes. Y especialmente en el Corrientes, donde se había generado un fondo especial para atender el tema de salud y se habían construido postas, no encontré médicos. No querían ir, se negaban. Cuando sugerí que plantearan la cosa con enfermeras, porque ellas sí estaban haciendo una gran labor y tenían más empatía con la población y mayor capacidad de comunicación, los médicos del MINSA reaccionaron de forma un poco violenta y me dijeron que yo menospreciaba el trabajo médico. Les dije que no, pero que simplemente no están. No quieren ir, porque están alejados de sus familias, porque no tienen las comodidades, porque piensan que es una especie de desprestigio para ellos estar en un puesto médico rural… Sí, la presencia del Estado es muy débil. Al menos espero que esto traiga aprendizaje y sea un sacudón para que el Estado empiece a invertir más y de mejor forma, por supuesto, sin que se quede en los bolsillos de los funcionarios. Ojalá que una vez que pase la tormenta todo esto sea un sacudón para repensar las cosas del Estado”.

Y en ese repensar ya hay propuestas, desde hace años, de las propias poblaciones indígenas. Es el caso de los Gobiernos Autónomos que algunos pueblos, como los awajún, wampís, achuar y otros vienen desarrollando y aprobando para, siempre dentro del Perú, tener un mayor control y decisión sobre los territorios indígenas. ¿Ayudarían este tipo de alternativas, estos posibles cambios a futuro? Chirif lo tiene claro: “Creo que si esas propuestas llegan a cuajar y materializarse en buenas iniciativas pueden ser una ventaja para el Perú como país, no solamente para ellos (los indígenas). Es claro que el Estado no tiene capacidad de gestión de su territorio. Es demasiado grande e implica demasiados conceptos sociales y culturales que el Estado no tiene capacidad de conocer. Si el Estado fuera más inteligente y pudiera entablar diálogo con las organizaciones indígenas que están pidiendo este nuevo tipo de zonificación del país, donde los territorios indígenas fueran considerados, podría gestionarse el territorio de manera mucho más adecuada. Eso es difícil en Perú, en un país donde el Estado tiene una visión de sí mismo que no corresponde a la realidad. El Estado es muy presuntuoso pensando que él es quien puede gestionar. No lo puede hacer, es demasiado grande y complejo, si hubiera una salida en ese sentido sería muy positiva”.

Por: Beatriz García Blasco – CAAAP