Ecuador: A la Amazonía se le está acabando el tiempo

Decenas de mineros, legales e ilegales, arrasan con los minerales del río. | Imagen: captura del documental «Yutzino. El Dorado en Disputa».

La provincia del Napo está ubicada entre los Andes y la selva amazónica, y en su zona alta nacen los ríos que alimentan al río Napo, uno de los afluentes más importantes del Amazonas. Esos ríos están amenazados en su nacimiento por proyectos hidroeléctricos y por la minería.

Por Lucy Urvina*

Nuestros ríos son una de las mayores riquezas de nuestro país. Sus impresionantes caudales cuentan con mucha riqueza de biodiversidad, lo que hacen que estén muy codiciados por algunos, especialmente por aquellos que están menos dispuestos a cuidarlos y a protegerlos

En los últimos años, muchos ríos de la zona se han convertido en puntos de concesión para la minería, lo que es profundamente lamentable porque nuestros ríos han pasado de ser un derecho a ser un objeto de beneficio para las empresas.

Su actividad extractiva no solo contamina el río, sino también todo lo que le rodea. ¿Cómo es posible que, en el Amazonas, el lugar más rico en biodiversidad del planeta, haya zonas donde ya ni siquiera habitan insectos?

Comparativa de la progresiva degradación de la cuenca del río Napo, a causa del extractivismo salvaje.
El caso de Yutzupino

En mi país, Ecuador, no distinguimos entre minería legal e ilegal porque las dos arrasan con todo a su paso. Creo que el mejor ejemplo para entender esto es el caso de la comunidad de Yutzupino, que se encuentra a diez minutos de la ciudad de Tena, capital provincial.

Esta zona es rica en oro aluvial, uno de los materiales más codiciados por las empresas de minería. Por esta razón, más de 150 concesiones mineras se posicionan en diferentes puntos del río Jatunyacu, principal fuente de suministro de la comunidad de Yutzupino.

Cualquier extracción de estas características tiene graves consecuencias para el medioambiente porque el material que utilizan para extraer y lavar el oro es el mercurio, altamente contaminante, que en la mayoría de las ocasiones acaba en el río.

La avaricia rompe el saco (de la naturaleza)

La situación se volvió insostenible cuando los mineros ilegales se aliaron con la empresa de minería legal, que operaba en ese momento con los permisos en regla, para invadir parte de la concesión y minar más allá de los territorios estipulados.

¿El objetivo? Extraer más oro y sacar más beneficio. ¿El resultado? La muerte absoluta del río por los altos niveles de contaminación.

Esta situación tiene que parar, no podemos vivir así. Es necesario defender nuestros derechos y los que el río tiene para volver a vivir en armonía con la naturaleza. Por eso hemos presentado una propuesta piloto que pretende proteger 200 km de río que todavía no han sido tocados por las actividades extractivas.

Lucy Urvina posa sonriente con una fruta de la zona en sus manos. | Imagen: Cristian Gennari – Famiglia Cristiana.
Una lucha contrarreloj para salvar el pulmón del planeta

Pero para que esto realmente funcione y podamos salvar nuestra tierra, no solo tenemos que estar implicadas las comunidades indígenas campesinas, sino también el Estado.

La constitución de Ecuador determina que los derechos de la naturaleza son validados como derechos humanos, pero, hasta ahora, la actuación estatal para salvaguardar estos derechos ha sido prácticamente nula. Necesitamos urgentemente que esto cambie, necesitamos salvar el pulmón del planeta.

Donde no hay agua no hay vida, está claro, por eso creemos que es tan importante nuestra lucha para defender los derechos del río. Estamos profundamente agradecidos a organizaciones como Manos Unidas que, a través de la red de Iglesias y Minería, nos ayuda a salvaguardar y amplificar nuestras reivindicaciones para que lleguen a todos los puntos del planeta.

Varias mujeres de las Yuturi Warmi, grupo de defensa quichua, realizan un ritual. | Imagen: captura del documental «Yutzino. El Dorado en Disputa».

Fuente: Manos Unidas

  • Lucy Urvina

Nativa de Archidona (Ecuador) y residente en la vecina localidad de Tena, se define como una mujer amazónica y defensora de los ríos de la región del Napo, amenazados por proyectos hidroeléctricos, mineros y petrolíferos. Estudió sociología y relaciones internacionales, ecología política y cambio climático. Desde muy joven, se preocupó por la situación ambiental de su entorno y los que ella define como “hermanos indígenas kichwas”. Apoyó el camino de la conversión ecológica en su Iglesia local.