Educación pública en tiempos de Covid-19: ¿una quimera?

Según el III Censo de Comunidades Nativas de 2017 el 57% de las comunidades de la Amazonía Peruana no tiene ningún sistema de comunicación. Esta es solo una de las tantas contradicciones que encontramos cuando aterrizamos las normas que nacen en Lima en la realidad amazónica. Una realidad donde muchos padres y madres de familia deben decidir entre trabajar en la chacra o pescar en el río para garantizar la comida o acompañar el proceso educativo. Una realidad donde los docentes que siguen en el territorio lo dan todo para caminar casa por casa. ¿Qué camino seguir en esta situación desigual y lesiva para los intereses de la educación formal en zonas rurales o de dispersión geográfica?

Por: José Carlos Ortega R. *

Maestrando en Antropología & Programa de Posgrado en Desarrollo Sostenible y Desigualdades en la Región Andina (PUCP – FU Berlín)

Ya a mediados del 2020, la pandemia del coronavirus tiene dos efectos trágicos en la sociedad nacional peruana: el colapso de los hospitales debido a la cantidad de infectados por covid-19 y el rumbo incierto de la educación formal. Los hospitales llenos y las escuelas vacías: este es el panorama peruano actual. En este artículo me concentraré en abordar críticamente con estadísticas extraídas del III Censo de Comunidades Nativas desarrollado en el 2017 el difícil contexto contemporáneo de la educación formal al interior de las comunidades nativas en la Amazonía peruana.

De las 2703 comunidades nativas censadas[1], el 96,3% cuenta con alguna institución educativa mientras que el 3,7% no dispone de dicho servicio al interior de ellas. El Perú, según el Censo del 2017, tiene 44 pueblos originarios registrados. Cada uno de ellos con su propio idioma o variante dialectal dependiendo de la cuenca donde se asiente determinado pueblo. De esa forma, el 70,5%, de las 2604 comunidades que cuentan con instituciones educativas, posee alguna escuela con enfoque intercultural bilingüe; por otro lado, el 25,5% no brinda este servicio elemental. Si disgregamos por nivel educativo, las comunidades nativas disponen del nivel primario en un mayor porcentaje (93,3%), seguido del nivel inicial (74,1%) y, finalmente, el nivel secundario (23,5%). La población estudiantil suma 125.193 alumnos matriculados en instituciones educativas presentes en 2604 comunidades nativas en el año 2017. Más de 120 mil almas listas para ingresar y aprender en las escuelas de la Amazonía peruana ahora se encuentran en el limbo. La escolarización es abrumadoramente presente en los corazones de las comunidades y en cada una de ellas, de acuerdo a sus particularidades económicas, geográficas y culturales, se forja el futuro de sus familias, pueblos de origen y de la sociedad nacional. Donde hay una comunidad, hay una escuela y docentes preparados para atender las necesidades de miles de niños.

Si bien la educación formal en los primeros niveles al interior de las comunidades no era el óptimo por diversas razones como conectividad vial, acceso a medios de comunicación, ausencia y deserción de docentes, deserción escolar, entre otros, bajo las actuales condiciones de pandemia el acceso a la educación formal en los niveles de inicial, primaria y secundaria al interior de comunidades nativas en el Perú es una pesadilla para los docentes y padres de familia. La educación a distancia es inviable en las instituciones educativas rurales a causa de la deficiente conexión vial, inalámbrica y digital entre la metrópoli y las periferias.

De las 2703 comunidades nativas censadas en el 2017, el 21,6% cuenta con radiofonía; 19,9% tiene servicio de telefonía pública; 4,9% accede a una conexión de TV cable o satelital, 3,6% puede informarse a través de emisoras de radio; 2,9% usan internet; y, 0,5% puede establecer servicio de telefonía celular. Son porcentajes que se muestran como absolutos en el III Censo de Comunidades Nativas del 2017. No obstante, quiénes laboramos en comunidades conocemos que esos porcentajes no son representativos pues en un solo anexo, sector o barrio, es probable que solo uno o dos comuneros dispongan, por ejemplo, de un celular o de un televisor con cable satelital. Usualmente el dueño de estos aparatos es aquel padre de familia que accede a un sueldo estable por su labor ya sea como técnico enfermero, docente u otra actividad económica generalmente de corte extractivista. Asimismo, el III Censo indica que el 57%, en porcentajes absolutos, de comunidades nativas no dispone de ningún servicio de comunicación.

Y, aun así, si dispusiéramos de un celular con acceso a internet y tuviéramos la vocación de enseñar a varios niños, la energía eléctrica sería un pongo difícil de sortear. De las 2604 comunidades que cuentan con el servicio de educación formal, el 17,1% de instituciones educativas posee alumbrado eléctrico; mientras que el 13,7% de las escuelas se alumbran con paneles solares; y, lamentablemente, el 64,5% no dispone ni de panel solar ni de alumbrado eléctrico. Si hay algún padre o madre de familia o docente o autoridad que desee prestar un motor y así iluminar las escuelas de la Amazonía, tiene que pensar en cuánto va a durar el combustible además de dosificarlo de acuerdo a las contingencias propias de una comunidad nativa (i.e accidente, gestión, comunicación). El costo del flete de combustible, la emergencia o prioridad y la escasez son factores que complican el alumbrado de las instituciones educativas de la cuenca amazónica. El precio de los galones de combustible puede llegar a variar de acuerdo a la distancia entre una comunidad y las capitales distritales, provinciales, regionales, puertos y centros poblados. ¿Valdría la pena perder un jornal o varios por un par de horas de luz en una escuela? Los padres de familia se encuentran en una situación difícil. Es preferible utilizar un mechero para que los niños hagan su tarea en vez de los galones de combustible que servirían para transportarse en caso haya alguna emergencia de vida o muerte.

Foto: Coharyima