En memoria de un sacerdote cada vez más amazónico

“Un sacerdote cada vez más amazónico” es la expresión que resume  lo que significaron los 24 años de vida ministerial y  misionera del Padre José María Córdoba Rojas, quien el pasado 19 de enero celebró su Pascua a la Vida Eterna, a causa del Covid.

Por: Hna. Nidya Nayibe Nuñez Álvarez y P. Fausto Guarín Jaimes

Nació el 2 de enero de 1966; su vida y formación se desarrollaron en un contexto caqueteño que lo hizo apropiarse de su territorio y hacer de él el lugar donde realizó su proyecto de vida, su ministerio sacerdotal que fue una entrega total al servicio de este gran territorio de la Amazonía colombiana.

Con la ordenación diaconal el 7 de diciembre de 1995 se incardinó a la entonces Diócesis de Florencia. Fue ordenado sacerdote el 29 de noviembre de 1996. Prestó sus servicios pastorales como formador de nuevos sacerdotes en el Seminario Intermisional Colombiano San Luis Beltrán y en el Seminario Conciliar María Inmaculada de Garzón.

P. José María Q.E.P.D. – Fotos: Archivo Vicariato Puerto Leguízamo – Solano

Su inquietud por vivir su ministerio sacerdotal desde una perspectiva más misionera y más dentro de la Amazonía, lo llevó a presentar la solicitud de vivir su Ministerio en el entonces Vicariato Apostólico de San Vicente-Puerto Leguízamo; licencia que fue otorgada el 29 de junio de 2005. El 2 de febrero de 2011 fue incardinado a dicho Vicariato, donde prestó sus servicios en la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Guacamayas y en la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes de El Pato y también, como director de la Pastoral Social.

El 20 de febrero de 2013, vísperas de la creación del Vicariato de Puerto Leguízamo – Solano fue destinado por Monseñor Francisco Javier Múnera como adscrito a la Parroquia Nuestra Señora del Carmen del municipio de Puerto Leguízamo y el 21 de febrero, una vez creado el Nuevo Vicariato queda incardinado a ésta jurisdicción eclesiástica, realidad amazónica y tri-fronteriza.

Con su voz, su guitarra y la alegría que lo caracterizaba iba al encuentro de la gente en las veredas, barrios, comunidades y cabildos, llevando esperanza y como un buen profeta anunciando la Buena Nueva; despertando conciencias a través de su misión en la Pastoral Social, incansable defensor de la dignidad de las personas y del territorio, no desaprovechaba la oportunidad (cualquiera que fuera) para alertar  lo que no era justo, lo que no estaba bien y buscaba en cada ocasión los medios para defender a los más vulnerables, tejiendo redes y caminado con los otros.