Franciscanos renuevan espíritu misionero en la Amazonía

Por tres semanas,37 misioneros y misioneras participaron en una experiencia misionera en la  Amazonía,  organizada por la Orden de Hermanos Menores. La experiencia se realizó por sexta oportunidad,  siempre en el mes de enero, organizada por la fraternidad misionera del Proyecto Amazonia, que vive en Caballo Cocha – Loreto – Perú, en el Bajo Amazonas peruano. La misión se realizó en San Pablo de Loreto, un pueblo en las orillas del rio Amazonas, que nasció con la creación de un leprosorio para los enfermos de “lepra”, creado por el gobierno peruano en el año 1926. Los pobladores más antiguos tienen la memoria de muchas  historias de dolor, exclusión y olvido. En los últimos años la región ha recibido muchos migrantes, especialmente de la “sierra” peruana (Cordillera de los Andes), que miran la Amazonia como la tierra prometida.

 

Los misioneros fueron frailes, religiosas, laicos y laicas, procedentes  de Argentina, Brasil, Colombia y Perú. La mayor parte de ellos, es la primera vez que vienen a la Amazonía, y muchos proceden de grandes ciudades, como Bogotá, Lima, São Paulo, Rio de Janeiro y Belo Horizonte.

La iniciativa tiene como objetivos: 1) Ofrecer la posibilidad de una experiencia misionera en la Amazonia; 2) Anunciar la Buena Nueva de  Jesucristo, el Reino de Dios está cerca; 3) Animar y fortalecer la vida cristiana de las comunidades; 4) Despertar y promover nuevos líderes y lideresas en las comunidades. La programación tuvo tres momentos: 1°) Ambientación climática, convivencia fraterna, estudio de la realidad de la Amazonía, de la Iglesia local y del pueblo; 2°) Visita misionera a las comunidades ribereñas; 3°) Compartir, evaluación y confraternización.

En el primer momento los misioneros escucharon el testimonio de un señor de 92 años, Sr. Ildebrando, el enfermo más antiguo del pueblo, ya ciego, con dificultades en caminar, limitaciones para hablar, consecuencias de la enfermedad, pero muy lúcido y con buena memoria. Es la memoria viva de la historia del pueblo y del leprosorio. Los misioneros también conocieron y dialogaron con el presidente de una de las Federaciones de Comunidades Nativas de la región, que hablo de la realidad de los pueblos indígenas, sus problemas y aspiraciones, y el olvido del gobierno peruano con los nativos amazónicos.

Desde el 14 de enero, domingo hasta el sábado 27 de enero, en fraternidades de tres o cuatro personas, los misioneros visitaron 39 comunidades de la parroquia, con un tiempo de dos hasta cinco días en cada comunidad. En compañía de los animadores y como huespedes en sus casas, compartieron la vida diaria de las comunidades, como la movilidad, la comida, el deporte, el baño en el río, visitas a las chacras; visitaron las familias, realizaron encuentros con la comunidad de estudios bíblicos, formación cristiana, celebraciones, actividades con los niños, re-avivaran la vida comunitaria y motivaron a nuevos animadores.

Los misioneros hicieron una fuerte experiencia de inserción en la realidad ribereña, y se quedaron muy impresionados por la realidad de pobreza, del descuido con el ambiente, con la cantidad de basura, el alcoholismo, la sumisión y el silencio de las mujeres, las enfermedades, las precarias condiciones de higiene, el abandono y la desnutrición de los niños, la presencia de muchos grupos religiosos, la división y el individualismo en las comunidades, el olvido del Estado hacia  las comunidades indígenas, el sembrío de la coca.

La realidad eclesial también impresiono a los misioneros: una Iglesia en ruinas, con pocos animadores, comunidades que no tienen su capilla, no tienen material pastoral, no celebran ni se reúnen en los domingos. También identificaron que hay personas que no tienen ninguna vida de Iglesia, pero son personas de fe. Otras se identifican con la Iglesia, pero no tienen actividades religiosas. Es una Iglesia que necesita presencia pastoral.

Los misioneros también hicieron experiencias muy humanas y personales que les tocó profundamente, como fue el testimonio de muchos: “La realidad me ha marcado muchísimo”.  “Salgo de aquí más enamorado por la vida”; “esta experiencia rompió mis conceptos”, “salgo de acá con el sentimiento de desapego, desaprendirse de las cosas es un don”, Estoy llevando algo muy precioso para mí: el contacto con esta realidad fue maravilloso, hay una mística”. “La experiencia que tuve aquí, fue de busca, de encontrar Dios, y lo encontré”.

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“Dios nos ha elegido a cada uno … esta experiencia fue un viaje para cambiar de vida”, “regreso a mi casa repensando muchas cosas, tengo que evaluar mi vida”.  Parece que hizo una regresión a otra vida, reviviendo un proceso de humanización”. “Aprendí a ser feliz sin tantas comodidades y llevo una experiencia inolvidable de la Amazonía”. “Me di cuenta que estaba muy poco conectada, con este gran organismo vivo”. “Aprendí mucho con la libertad y la autonomía de los niños, con la sabiduría de los mayores y con la paciencia con el tiempo y de vivir sin reloj”. Llevo la grandeza de la vida, la exuberancia de la naturaleza y la sensillez de la gente”.

“Soy muy agradecida a Dios, por vivir esta experiencia”. “Gracias por que son mis hermanos”.

 

Frei Atílio Battistuz, OFM

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