“Querida Amazonía” desde la mirada de mujer

El nombre elegido por la Papa para la exhortación apostólica, “Querida Amazonía”, deja adivinar que todo el texto será un canto de amor, y viniendo de Francisco, de profetismo y denuncia. Y así es. Comienza poniendo en valor el documento final del sínodo, invitando a leerlo y a ponerlo en práctica. Por tanto, nada de ese documento debe ser dejado de lado, todo es validado.

 

Al igual que en Laudato Sí, el Papa nos invita a atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo; en Querida Amazonía nos invita a contemplar la Amazonía y no solo analizarla, para hacerla nuestra y descubrirla como lugar teológico.  Todo cambia cuando algo nos duele como propio. Y el Papa ha hecho suya emocionalmente la Amazonía.

Al estilo de los pueblos indígenas para los cuales los sueños tienen un valor efectivo, el Papa expresa sus deseos en cuatro sueños: social, cultural, ecológico y eclesiológico.

En el sueño social, señala sin ambages la disparidad de poder tan enorme entre los intereses colonizadores y los pueblos amazónicos. Éstos se ven acorralados por la expansión de las empresas madereras y mineras, viéndose obligados a emigrar a las ciudades donde deben enfrentar condiciones infrahumanas muchas veces. Una vez más el Francisco denuncia que estas relaciones económicas matan. Sin rodeos califica la situación de injusticia y crimen. Valora el fuerte sentido comunitario de los pueblos originarios y les da las gracias por ser “un grito de conciencia, memoria viva de la misión que Dios nos ha encomendado a todos: cuidar la casa común.” ( n °19)

En el sueño cultural valora la inmensa variedad cultural como un tesoro de la humanidad. Reconoce que los distintos pueblos han desarrollado un modo propio de sabiduría, tienen su propio concepto de calidad de vida, han trasmitido durante siglos su sabiduría de modo oral con mitos, leyendas, narraciones, y hoy sufren fragmentación a causa de la pérdida de valores, especialmente en las ciudades (recordemos que el 70% de la población amazónica vive en ciudades).

El sueño ecológico parte de que la selva no es un recurso para explotar, sino un ser, o varios seres, con quienes relacionarse, según la vivencia indígena. Reconoce el temor de que estemos abocando al fin a un bioma del que depende el equilibrio planetario. Vuelve a situar a los pueblos originarios en el centro, ellos son los principales interlocutores y tienen el derecho de permitir o no proyectos en su territorio, y nos urge a crear un sistema normativo que establezca límites infranqueables. Advierte del peligro, no solo de desastres naturales, sino de catástrofes derivadas de crisis sociales, provocadas por la obsesión por un estilo de vida consumista, solo para unos pocos (la desigualdad provoca violencia y destrucción recíproca).

Al sueño eclesiológico le dedica casi la mitad de texto, pero resulta el menos profético. Invita a acoger lo que de bueno el Espíritu ya sembró en las culturas amazónicas antes de la evangelización, a escuchar la sabiduría ancestral y valorar la mística indígena. Señala que la inculturación en la Amazonía debe tener un marcado carácter social. Establece que los sacramentos deben ser accesibles, sobre todos para los pobres, y nunca deben negarse por razones de dinero. Reitera el papel único y central de los sacerdotes, pero remarca la necesidad de revisar a fondo su formación inicial y permanente.  Apunta al desarrollo de una cultural eclesial propia en la Amazonía, marcadamente laical.

En cuanto al tema mujer, no podemos menos de sentir decepción. Cuán desacertada considero la afirmación “las mujeres hacen su aporte a la Iglesia según su modo propio y prolongando la fuerza y la ternura de María, la Madre” (n ° 101). Parece que se nos invita a seguir a María, y no a Jesús de Nazareth. Aquí quiero traer a colación lo que le escuché a Consuelo Vélez, teóloga colombiana: el patriarcado y el antropocentrismo nos han hecho creer que la masculinidad es lo positivo y todo lo demás es dependiente de esa masculinidad. Pareciera que la masculinidad de Jesús fuera ontológica y no histórica. Si fuera ontológica, querría decir que las otras características del Jesús histórico encarnado (judío, hablando arameo, etc.) fueran realidades que tendríamos que asumir. Eso resulta absurdo. Pero por hacer de la masculinidad de Jesús algo ontológico y no histórico, la consecuencia ha sido que las mujeres seamos excluidas de tantas realidades eclesiales. Pareciera que no somos dignas de representar al Señor en muchas realidades dentro de la Iglesia. Todos y todas, bautizados y bautizadas, estamos llamados al seguimiento de Jesús; y para todos, hombres y mujeres, María es modelo como primera creyente y discípula de su hijo. Lamentablemente aquí tenemos que decir que el Papa ha reforzado el patriarcado religioso, y contrariamente a su deseo, el clericalismo.

Reconociendo la existencia de conflictos, invita a superarlos por “desborde”, con creatividad. Los últimos puntos de la exhortación los dedica a valorar lo que nos une a todos los cristianos y a invitarnos a trabajar juntos en la defensa de los pobres de la Amazonía.

Concluye con una oración a María, Madre de la Amazonía. Esa misma María que, como nos recuerda Joan Chisttister, “en la Anunciación delibera con el ángel; le pregunta. En una cultura propensa a un control absoluto de la mujer, María toma una decisión personal y contesta al ángel, asume la responsabilidad del hecho y carga con las consecuencias. María es una mujer fuerte que cambia el curso de la historia humana. María fue una mujer que decidió por sí misma, al margen de la ley, sola, con independencia de guardianes ni guías. Fue una mujer que lo arriesgó todo para hacer lo que supo que Dios quería de ella, cualquiera que fuera el coste social, público y espiritual que le exigiera. Fue una mujer que actuó en solitario, sin pedir permiso a los sistemas ni a la tradición que la rodeaba. Fue una mujer que se colocó en una situación pública e impulsó a Jesús a hacer lo mismo, a pesar de que éste dijo que aún no había llegado su hora. Tenía una voluntad y una fe sólidas, un sólido sentido de sí misma y un gran vigor espiritual.  Ella es nuestro primer modelo de fortaleza, fe, convicción y ecuanimidad”[1].

Que María nos ayude a soñar y comprometer nuestra vida en el desborde.

Por: Mariángel Marco Teja (Ursulina de Jesús)

Edmonton, Canadá, 17 de febrero de 2020

 

[1] “En busca de la fe”, Joan Chittister, Ed. Sal Terrae, Santander, 1999. Páginas 108-109.

Foto: Jaime C. Patias imc