Su autopsia diagnosticaría desesperanza y dolor, un rastro de la minería.

La abuela Rosario Huari, de nacionalidad shuar murió casi a los 120 años. En el hospital le diagnosticaron una neumonía y su cuerpo cansado no pudo responder más para defenderse. Lo que dicen en la comunidad es que murió triste. Estaba cansada sí, porque en los último años la angustia aceleró su desgaste. Ella, como muchas ancianas shuar de la Cordillera del Cóndor en la Amazonía ecuatoriana, podrían contar muchas historias sobre lo que significa luchar por el derecho a vivir en su propia casa.

Quizás su autopsia diagnosticaría desesperanza y dolor, angustia. Murió sin poder beber el agua del río del que muchos años alimentó a sus hijos. Murió viendo su tierra sacudida por inmensas maquinarias, ruidos de carros y camiones, polvo, gente venida de otros lugares que no hacen ningún esfuerzo por conocer a sus vecinos. Ella como más de 30 familias de esta comunidad en la provincia de Zamora Chinchipe fue desalojada algunas veces de su hogar. Desalojada por una dupla muy difícil de derrotar: la empresa minera y el estado. Su casa estaba asentada en un tierra llena de minerales que se cotizan muy alto. Por eso, este lugar, donde habitan los espíritus de sus padres, sus abuelas, sus cascadas, su yuca, su plátano, su chacra, es pretendido por China. No sucede solo en Ecuador, en los 9 países de la gran panamazonía, empresas privadas y estados, con el aplauso de los nuestros, entran como amos y señores de los territorios.

Doña Rosario fue enterrada semanas atrás por sus familiares y su comunidad. Su hijo Mariano, tuvo que cargar con su cuerpo abatido, buscando un lugar para su próxima morada. Ella debe alimentar a la selva y las cascadas, con su sabiduría y su fuerza, tampoco ahora tiene a donde ir.  Doña Rosario murió desesperanzada y preocupada. Cuidó más de un siglo el territorio que le heredaron sus abuelos, ahí, crecieron sus hijos, sus nietos, sus bisnietos. Su hijo regresa a casa con el dolor de la ausencia de su madre, pero también con el dolor de la incertidumbre,  Mariano, sigue siendo presionado a abandonar su espacio, su territorio y su comunidad. La empresa ECSA, quiere su pedazo de tierra, para armar el gran rompecabezas de la primera mina a cielo abierto del país.

En Ecuador, quizás para muchos son invisibles pero hay mucha gente sufriendo por que el petróleo o la minería, hay mucha gente como doña Rosario, que muere en esta lucha, que no es personal, sino que nos habla de futuro. William, Luis, Rosa Elvira, Don Borja, las hermanas Guamán, Diego, Elvia, y tantos más que siguen siendo acosados, hostigados, amenazados, desalojados. Las familias de Tundayme resisten con valentía y fuerza y defienden su derecho a existir.

Por. Daniela Andrade

15/07/2018